Las elecciones europeas del 9J han supuesto un reverdecer de la ultraderecha Europea. Arrasando en Francia (lo que ha supuesto que el Presidente Macron haya disuelto la Asamblea y haya convocado las elecciones) mientras tanto en Alemania se ha roto el “cordón sanitario” y el partido neonazi se convierte en la segunda fuerza parlamentaria. Y en Italia, Meloni y su partido (herederos de Mussolini) ganan las elecciones y desde Europa —entre otros Feijóo— se pretende “blanquear” a esta gente considerándolos demócratas. Se abre la puerta a viejos monstruos. De hecho, hoy Meloni consigue que no aparezca el término de aborto en la declaración del G7.
En el Estado español VOX se mantiene y aparece un nuevo partido de ultraderecha que consigue tres Eurodiputados. Aparte de que anteriormente un partido independentista y de ultraderecha, consiguió entrar en el Parlamento de Cataluña. Todas estas organizaciones tienen un proyecto común: basado en el Antifeminismo, Defensa de la familia y el odio al Otro. En este caso al Islam (quizás por esto mismo Abascal se fue a abrazar al genocida de Israel. Por último, todas estas organizaciones reivindican un pasado glorioso y reescriben la historia. En el ejemplo español vuelven a Covadonga para teorizar un pasado glorioso que permitió la expulsión del invasor musulmán. Esa España (Castilla) “martillo de herejes” y espada del Catolicismo que intentó construir una nación pura.
Precisamente en el “mito” de este pasado glorioso, se basa en el “constructo” de la Iberosfera, que permite el intento de crear una Internacional reaccionaria que una ambas partes del océano Atlántico. Es una Alianza entre Latinoamérica y el conservadurismo europeo basado en “Dios, Patria y Rey”. Pero para lo dicho tiene que dibujar “un encuentro” de dos civilizaciones, lo cual es una falsedad histórica. Aun así, no lo digo yo, lo dice una de las mayores voces de la Filosofía de los excluidos, cuya voz más preeminente fue Enrique Dussel.
Todos estos populismos de derechas piensan que son los valedores de la verdad divina. Lo vemos en Bolsonaro para el que “Brasil por encima de todo y Dios encima de todos” religión y patria; líderes para los que solo hay un objetivo: erradicar a los herejes y el ateísmo, pero también cualquier tipo de doctrina que vaya contra el tradicionalismo o que perturbe nuestra libertad occidental, y aquí habría que resaltar el papel que desempeña el islamismo. Quizás sea porque desde que fue derrotado el estalinismo había que tener otro enemigo exterior que pudiera perturbarnos. Como bien revela Migual Urban definiendo que el “enemigo” es islamismo, al menos es lo que las élites pretenden: “la importancia de la islamofobia en la extrema derecha actual es tal que la estructura a semejanza de como hacía el antisemitismo en la primera mitad del siglo XX con los movimientos fascistas”.
La ultraderecha neopatriótica de España no escapa tampoco a esta perspectiva, para lo cual ha tenido que reescribir la historia, al mismo que se ha aliado a un fundamentalismo que no es nuevo y que más bien nos recuerda al nacionalcatolicismo defendiendo un tradicionalismo que tiene dos ejes: el antifeminismo y la defensa de los valores tradicionales de la familia cristiana. Por tanto, en este contexto habría que poner su enfrentamiento y rechazo de todo aquello que huela a LGTBI. Y todo lo dicho, lo estamos viendo en las distintas decisiones y leyes que desarrollan los gobiernos de la coalición PP/ VOX en las distintas Comunidades donde gobiernan. Y la excusa que ponen es que dicha “defensa de la familia” [tradicional] se realiza frente una ideología que no respeta a la mujer (islam).
Al mismo tiempo, esta ultraderecha neopatriótica ha bebido en determinadas fuentes filosóficas que defiende la existencia de una España natural y que ha existido desde los tiempos de Viriato. Defienden una España esencialista de la que habría que expulsar cualquier tipo de cáncer —como son los nacionalismos periféricos—. Pero para llevar a la práctica lo dicho han tenido que reescribir la historia (no solo la del siglo XX). Esta ultraderecha, siguiendo a determinado filósofo, reivindica a los Reyes Católicos y mitifican la Reconquista. Como consecuencia, describen el Descubrimiento de América como un “encuentro” entre dos culturas. Reivindican a Sepúlveda y reniegan de Bartolomé de las Casas. Sin embargo, la perspectiva del indio es muy distinta, pues “a la violencia sacrificial de la Conquista le será correlativa la aceptación inevitable —por parte de los vencidos— de la experiencia brutal de la “invasión” [Enrique Dussel]
El yo conquisto que es inseparable del yo católico supone la negación del Otro y negarle la dignidad de lo humano. Precisamente aquí iba a radicar el debate entre Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. La noción de “encuentro” entre los dos mundos es un eufemismo que interesa tanto a las clases dominantes criollas de latinoamericanas como a la ultraderecha española para introducir la estrategia de la Iberosfera en la construcción de una Internacional reaccionaria. Pero la realidad es que en el debate ocurrido en Salamanca en el siglo XVI, Sepúlveda parte de la superioridad de la cultura cristiana frente a los no-humanos de los incas y aztecas, a los que se terminará concibiendo como incivilizados
La Conquista no fue ningún “encuentro” de civilizaciones —tal como piensa esta nueva Internacional Reaccionaria basada en la Iberosfera—. Más bien fue el inicio de la “acumulación primitiva” del capital en Europa [Alain Bihr]. Por tanto, la Alianza que representa la Iberosfera no es más que un nacionalismo étnico y lo hemos visto en distintos gobiernos en América Latina en la forma de represión y explotación de las distintas capas de indios, que no forman parte de la élite criolla. Esta derecha radical populista defiende (tanto en Europa como en América) un nacionalismo étnico de estas élites criollas (que no son otra cosa que los descendientes de aquellos conquistadores) y la ultraderecha hispana.
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